1. Introducción.
La formación de valores es uno de los temas que más ha llamado la atención últimamente en el plano educativo. La transmisión tradicional de valores de la generación adulta a la joven, experimenta una ruptura. Esa ruptura es el resultado de la invasión de las tecnologías de la comunicación e información, de los nuevos centros de reunión de los jóvenes, etc.
Estos espacios tienen mucha mayor capacidad para promover diversos patrones de comportamiento entre la juventud, que los que se derivan del ambiente tradicional escolar.
Es importante reconocer que el tema de los valores ha cobrado relevancia en la actualidad, pero no es un tema nuevo en el debate educativo. Tres autores: Comenio, Herbart y Dewey, afirmaron que el proyecto educativo siempre estuvo enlazado a un tema de valores y a su vez, negaron que la educación se considerase como instrucción.
2. Los valores en la historia del pensamiento educativo y el reto actual para la educación.
En la crisis del pensamiento cristiano del siglo XVI, Comenio elaboró una propuesta para la didáctica. Con ella se inauguró la era escolar que conocemos, centrada en la exposición y el libro de texto; además planteó un conjunto de recomendaciones sobre los valores. Este autor también recomendó al/a educador/a sancionar todas aquellas faltas que se relacionaran con la moral.
Dos siglos después, Herbart, replanteó el tema desde una perspectiva de la formación integral. De está manera interrogó sobre el derecho que asistía al/a educador/a para “elegir e imponer unos valores” a un/a niño/a que todavía no está en la edad de “optar racionalmente por él/ella”.
Un siglo después, Durkheim y Dewey enfatizaron los valores de una ecuación centrada en los procesos de ciudadanía, desarrollo industrial y progreso. Los procesos sociales se traducían, en el plano educativo, en diversos decretos por medio de los cuales se empezaba a conformar el sistema educativo nacional y se configuraba lo que sería la educación pública: obligatoria, gratuita y laica.
De cara a estos sistemas educativos Durkheim y Dewey asignaron a la escuela el papel de formar al/a ciudadano/a para la democracia y el progreso. En los conceptos de Dewey la moralidad (como conducta responsable) va íntimamente ligada a la democracia. Pero ésta se construye desde la educación.
Esta confianza en la democracia tiene como elemento asociado a la educación para la libertad y para el progreso. Así ciudadanía tiene sentido a través de estos tres aspectos: democracia, libertad y progreso.
Durkheim enfatiza el papel de la educación en la socialización y en que la disciplina escolar debe crear en el alumnado la necesidad de autolimitación. Es ampliamente conocida su concepción de la ecuación como transmisión de valores de la generación adulta a la nueva. El autor reconoce, que la educación responde a cada época.
Por otro lado, la crisis social tiene expresiones cada vez más radicales en el conjunto de la sociedad, así como una expresión de los grandes problemas para promover un conjunto de valores: respeto a la vida, a la diferencia, etc.
De igual manera, el papel que los medios de comunicación está desarrollando para crear una nueva forma de expresión, en donde los lúdico se reemplaza por el morbo, los/as estudiantes “viven” una promoción de valores y de antivalores que van en sentido contario a los que se busca promover en la intención escolar.
Cuando se rompen las normas de convivencia social, se crea un conflicto profesional y ético que no es fácil de resolver. En primer lugar, porque el/a docente asume la identidad de un/a empleado/a y de un/a obrero/a, abandonando la identidad profesional y, en segundo lugar, pierde toda autoridad moral.
En sentido estricto, podemos afirmar que el alumnado de hoy se enfrenta al problema de los valores en modelos profundamente divididos. Viven una ruptura entre lo que se dicen en el texto escolar, en la recomendación de padres, madres y maestros/as y la vida social cotidiana.
3. Formación de valores, dinámica de los afectos.
Distintas perspectivas psicológicas establecen que en la adquisición de los valores acontece una dinámica similar a la existente en el desarrollo de los afectos.
Cuando el psicoanálisis aborda el problema de los afectos, descubre que éstos operan en una dinámica que permite a la persona “sentirlos” y “vivirlos”, pero el problema surge cuando pretende describirlos.
Por todo ello, no queda muy claro cómo llevar adelante algunas propuestas para promover la formación de valores a través de las discusiones entre escolares, sobre problemas sociales específicos y los comportamientos que se pueden asumir frente a ellos.
4. El tratamiento de los valores en el debate curricular.
En los desarrollos actuales del campo del currículo existen tres aproximaciones para analizar el problema de la formación de valores; son los siguientes:
a) Discusiones en relación con el currículo oculto:
Su origen data de finales de los años sesenta, cuando Phillip Jackson publicó “La vida en las aulas”. Este texto constituyó un significativo aporte al debate curricular, al mostrar que en la interacción escolar que acontece en el aula se promueven una serie de resultados no intencionados. Pero estos resultados no fueron previstos por la institución o el/la docente. A tales aprendizaje, que guardan estrecha relación con la esfera de lo valoral y actitudinal, se les llamó “currículo oculto”. Para Jackson este tipo de currículo es una forma de socialización y adaptación a la escuela y a la sociedad.
Es necesario diferenciar el “currículo oculto” del “currículo en proceso”. El primero, va más allá de las intenciones escolares explícitas, porque precisamente da cuenta de aquello sobre lo cual el/la docente y la institución escolar no tienen una intencionalidad consciente.
En general, el aprendizaje de valores guarda una relación estrecha con el currículum oculto.
b) Las perspectivas de los constructivistas:
Las actuales perspectivas tienen su antecedente en un autor llamado Bloom. Con la finalidad de clarificar los resultados de aprendizaje, este autor elaboró su primera taxonomía del aprendizaje, estableciendo uh modelo de logros en el plano cognoscitivo, afectivo y psicomotor.
La idea de que se pudiera hacer una clasificación de los aprendizajes resultó tentadora y Bloom, la materializó en una clasificación de los llamados “aprendizajes afectivos”. Esto tensó las relaciones pedagógicas al pensar que se puede establecer un currículo para contenidos cognoscitivos y psicomotores y otro para afectivos.
En el fondo, este el es origen de varias prácticas docentes actuales, en las cuales los/as profesores/as consideran que se debe recompensar con calificación “el esfuerzo” que el alumnado realiza, a pesar de que no manifiesten los suficientes logros en el campo del conocimiento.
En la década de los ochenta los constructivistas realizaron nuevas formulaciones; una de las más destacadas es la de Coll, Pozo, Sarabia y Valls, quienes clasifican los contenidos escolares en tres tipos: de información, procedimental y actitudinal.
Para Sarabia la formación en actitudes tienes tres componentes: uno cognitivo, uno afectivo y otro conductual. El autor reconoce cuatro procesos de aprendizaje de actitudes en el aula: 1) el condicionado por un refuerzo social, 2) el condicionado por el castigo, 3) el apoyado en modelos y 4) la internalización de valores. Al mismo tiempo plantea cuatro técnicas para promover el aprendizaje general de los valores: la representación de roles, la discusión grupal, las exposiciones en público y la toma de decisiones.
Finalmente, los autores que abordan el problema del aprendizaje de los valores desde un enfoque constructivista, plantean que en dicho aprendizaje existe un componente cognoscitivo y otro actitudinal. Esto les ha hecho suponer que es factible no sólo evaluar el aprendizaje de valores, sino asignar una calificación a ello.
Los autores de la corriente cognoscitiva reconocen la complejidad que subyace en el proceso de formación de valores, mientras que los constructivistas consideran que esta formación de valores pertenece a los contenidos de la educación y se apoya en estrategias didácticas específicas.
En algunos aspectos tienen razón: la finalidad de la escuela es formar a una ciudadanía en la defensa de los derechos humanos, en el respeto al medio ambiente y en la responsabilidad social. No hay forma de lograr la convivencia social si la escuela no atiende a estos problemas.
c) Los temas transversales ¿una alternativa en la selección curricular de valores?:
La inclusión de temas transversales en el campo del currículo fue realizada por César Coll (1991), en el contexto de la reforma educativa española. Como su propio nombre indica, son temas que atraviesan el currículo oculto tanto de forma horizontal como vertical.
Una respuesta a la deficiencia de las estrategias habituales para abordar la enseñanza de los valores, la constituye el tema de los contenidos transversales del currículo, concebidos como:
“Contenidos culturales relevantes y valiosos, necesarios para la vida y la convivencia, que configuran de manera especial el modelo de ciudadano que demanda cada sociedad, a través de una educación en valores que permita los alumnos sensibilizarse y posicionarse ante los problemas, enjuiciarlos críticamente y actuar con un compromiso libremente asumido” (Martínez, 1995, p. 12).
Los temas transversales ofrecen dos soluciones. La primera es que son temas en plural y la segunda, es que la transversalidad que tienen en el currículo puede ser definida desde el proyecto nacional. Así, el ámbito de los temas transversales puede ser aquél que difícilmente se incluye en un contenido de una asignatura, porque no se limita a la misma y tiene una repercusión en otros ámbitos.
Los temas transversales exigen un análisis detenido y cuidadoso para no hacerlos rígidos, y no contradecir su potencialidad con prácticas escolares o didácticas que van en sentido contrario a lo que se busca enseñar. Los temas transversales pueden ser un importante aliado en la enseñanza de valores en el ámbito escolar.
5. A modo de cierre.
El problema de la formación de valores es mucho más complejo que lo que se suele reconocer. El mundo de los valores es total y por eso se vuelve crítico. Hoy la educación se encuentra totalmente influenciada por un entorno social que no necesariamente le favorece.
Por ello, la formación de valores se enfrenta a una realidad social profundamente dividida, donde la libertad de expresión permite todo tipo de manifestaciones, creando una situación muy esquizoide en relación con ellos.
La formación de valores es un problema que emana de la política educativa, así como del proyecto escolar y, finalmente, en el trabajo del aula.
El currículum oculto permite reconocer que en la práctica escolar se generan un conjunto de aprendizaje, de los cuales no hay necesariamente conciencia. Sin embargo, el planteamiento de los temas transversales puede ofrecer una mejor posibilidad para la promoción de valores.
A la par que en el campo de la educación se perciben mejores alternativas para visualizar el tema de los valores, la realidad social hace más complicado su trabajo en el escenario educativo. Este es el reto de la política educativa e institucional.
Fuente: DÍAZ BARRIGA, A. (2006). La educación en valores: Avatares del currículum formal, oculto y los temas transversales. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 8 (1). Consultado el 29 de abril de 2012: http://redie.uabc.mx/vol8no1/contenido-diazbarriga2.html
Fuente: DÍAZ BARRIGA, A. (2006). La educación en valores: Avatares del currículum formal, oculto y los temas transversales. Revista Electrónica de Investigación Educativa, 8 (1). Consultado el 29 de abril de 2012: http://redie.uabc.mx/vol8no1/contenido-diazbarriga2.html
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